La Iglesia de Las Herrerías, desde el cabezo de La Roza
LAS HERRERÍAS (CUEVAS DEL ALMANZORA)
Comenzando por su propio nombre, todo en Las Herrerías evoca a la minería. Si el núcleo actual debe su nombre a las escombreras que en tiempos medievales fueron erróneamente atribuidas a antiguas fundiciones de hierro, y su configuración urbana a la fundición de plomo levantada por el carismático Marqués del Almanzora en la segunda mitad del siglo XIX, la rareza geológica del paisaje y los múltiples restos de explotaciones recientes y remotas nos hacen sentirnos en un lugar especial, diferente, que nos transmite sensaciones indefinibles. Ni el abandono secular de la comarca, ni la episódica fiebre inmobiliaria actual han conseguido borrar esta percepción, tan cierta como difusa. En Las Herrerías sentimos que el tesoro de la Historia está enterrado muy cerca, aunque no sepamos dónde. Un tesoro que ya no es de brillantes metales, sino de conocimientos que piden ser rescatados, para asombro y admiración de las generaciones que han sucedido a aquellos titanes que se han dejado su vida en oscuras galerías o en infernales hornos. Un pasado de codicia y de rapiña, pero también de ingenio y de valentía. La confluencia entre ambas caras de la misma moneda no podía quedar al mero azar, y fructificó en la persona de un sabio, Luis Siret. ¿Qué mejor forma de entender el espacio histórico y geográfico de la desembocadura del río Almanzora que con la vida y la obra de un ingeniero belga, directivo de una compañía minera y, a la vez, arqueológo sagaz y visionario? Quizás su casa en Las Herrerías sea el lugar-fuerza desde el que se irradia la atracción por un pasado mítico. Incluso hoy, a pesar de todo el camino recorrido, la tarea investigadora y divulgativa sería ingente. Por razonas obvias, intrínsecas al formato y las pretensiones de esta web, nuestro otro objetivo no puede ser otro que dar una pincelada de las enormes posibilidades de estudio que se esconden en quién sabe qué remotos legajos, y animar a otros espíritus curiosos a dejarse imbuir por el espíritu del pasado o, simplemente, de un paisaje pintoresco e inquietante.
Bajo esos escombros yace la mítica Roza de Santa Matilde
Historia
Hacia el año 10.000 antes de Cristo, comienzo aproximado del Neolítico, los habitantes de la zona abandonan las numerosas cuevas (La Zahara, el Pesebre, Ballesteros...) y comienzan a establecer los primeros poblados (Almizaraque, Fuente Álamo, Arteal...) Por aquel entonces la línea costera no coincidía con la actual, adentrándose el mar hasta más arriba de la conflucencia de la rambla Mulería con el río Almanzora. El Almizaraque, algo más al este de la actual Herrerías, se encontraría situado en la misma costa. El final del Neolítico, hacia unos 3.000 o 3.500 años antes de Cristo, viene marcado por un hecho trascendental, el descubrimiento de la metalurgia en Asia Menor. Sorprendentemente, la primera prueba de la fundición de metales en toda Europa consiste en un horno hallado por Siret en Almizaraque. Y, de forma aún más sorprendente, no hay constancia de actividades metalúrgicas en el continente hasta unos 500 años después. ¿Por qué aquí precisamente?. En primer lugar, evidentemente por la abundancia de metales de todo tipo, que se presentaban en forma nativa (cobre, plata, plomo...) tanto en la Sierra Almagrera como en la actual Las Herrerías. Pero más importante es preguntarse por la forma como los primitivos habitantes alcanzaron los conocimientos técnicos necesarios. Se piensa que el invento procede de navegantes del próximo Oriente, que practicaban la navegación de cabotaje por vía del norte de África, pero existe alguna teoría heterodoxa que plantea el origen autóctono del descubrimiento, simultáneo al de Asia Menor (Antonio Molina Sánchez, en "Cuevas, tierra de la plata"). En apoyo de esta tesis, el autor destaca que entre los miles de objetos de metal extraídos por Siret en sus excavaciones en la zona, no aparece ninguno de procedencia netamente extranjera (pág. 29). En cualquier caso, en la comarca nace la importante cultura de El Argar (Antas), foco de irradiación de la metalurgia por la Península. Ya en tiempos históricos, los fenicios recalan en Villaricos, dejando en el solar de Baria testimonios tan interesantes como los hipogeos o enterramientos recientemente puestos en valor por el Ayuntamiento de Cuevas. También existe constancia de la presencia de los cartagineses y los romanos. Antonio Molina cita (op.cit. pág 59) la existencia de la "Galería Romana", que se inicia en el Barranco del Arteal y se prolonga unos 600 metros en dirección al mar, hasta el Barranco de la Sima, donde hay un pozo que se comunica subterráneamente con una misteriosa explotación minera de tamaño descomunal, según citaban ingenieros que la visitaron en el siglo XIX. Durante las labores de este siglo también se encontraron numerosas herramientas y candiles de época romana.
Habrá que esperar muchos siglos a que vuelva la actividad extractiva a la comarca. Y lo hace a causa de un descubrimiento casual, el del filón de plomo argentífero del Barranco Jaroso, en Sierra Almagrera, en 1839. Los aledaños de la Sierra, hasta entonces deshabitados, comenzaron a llenarse de pequeñas aldeas, cortijadas, ventas y servicios complementarios a una minería que vivió unos años de verdadera "fiebre de la plata". En el paraje de Las Herrerías se levanta en 1850 la fundición La Atrevida (ver apartado de las Fundiciones de Levante), propiedad de Antonio Abellán Peñuela, y a su alrededor se va a configurar el núcleo de población actual. A orillas del cauce del río Almanzora, el emplazamiento tenía ya entonces tintes de peculiaridad, conformando una pequeña sierra paralela a la de Almagrera, en la que abundaban grandes montañas de escombros o escoriales de origen desconocido. Antonio Molina Sánchez aventura la teoría de que se trataría de la huella dejada por la explotación sistemática durante la época romana y cartaginesa. El caso es que en 1870 a alguien se le ocurrió ensayar en una de las fundiciones de Villaricos con un puñado de tierra de esas escombreras, descubriendo con sorpresa que contenía plata nativa en una proporción muy significativa. Análogamente a lo que ocurrió en Almagrera, se desató de inmediato una frenética carrera por efectuar registros de concesiones mineras. La plata nativa se presenta en partículas, irreconocible al estar mezclada con la tierra, conformando un criadero en forma de capa más o menos regular. La excepción eran los nidos, pequeños huecos rellenos de plata pura en forma de hilos o filamentos, de excepcional valor y belleza. Las 50 minas que se abrieron dieron rápidamente con la capa argentífera, aunque el grosor de la misma variaba mucho de unas a otras, lo que condicionó los rendimientos obtenidos. Las más afortunadas fueron Unión de Tres, Guadalupe, Iberia, Petronila, Santa Matilde y Virgen de las Huertas. Casi simultáneamente a la plata, comienza también a explotarse en las tres últimas un rico criadero de hierro manganesífero, a cielo abierto. Quedan unidas en el tiempo y en el espacio las dos grandes etapas de la minería almeriense: la del plomo/plata y la del hierro, la de la minería local y la foránea, la de la improvisación y la de la mecanización. Esa coexistencia duró sólo 14 años, hasta que el 20 de mayo de 1884 una gran riada desbordó el cauce del Almanzora e inundó todas las minas de Herrerías, incluidas las enormes rozas a cielo abierto de Santa Matilde y Virgen de las Huertas. A partir de aquí, el protagonismo corresponderá en exclusiva a la titánica empresa del desagüe y a la construcción de ferrocarriles que dieran salida de forma económica a las grandes cantidades de mineral de hierro extraídas. El sueño de la plata se iban desvaneciendo conforme se agotaban incluso los antiguos vaciaderos, último recurso tras el agotamiento e inundación de la capa argentífera.
El primer ferrocarril de la provincia de Almería fue el de Herrerías a la playa de Palomares, inaugurado en 1885, y con tracción a vapor. La forma de salvar el río era muy curiosa, y la Revista Minera (pág. 47) lo describe de esta manera:" Ya circulan las locomotoras, descargando en orilla derecha río, necesitando muelle de trasbordo, al cual bajan las vagonetas mediante plano inclinado automotor. Cruzan el río en volquetes, atravesando ingenioso puente con vigas ancladas a ambas orillas por fuertes cadenas amarradas a anillas, pudiendo dividirse en dos y abrirse en caso de fuertes crecidas". Por lo que respecta al desagüe, las vicisitudes por las que atravesó fueron numerosas, bajo el denominador común de la falta de acuerdo entre los mineros y las sucesivas empresas desaguadoras, y la inevitable ruina de estas últimas. en un primer momento, la propia Compañía de Águilas, propietaria de la Roza de Santa Matilde y culpable de la inundación de las labores al haber derribado un muro construido durante la época de Huelin que interrumpía las labores en el filón al acercarse al cauce, acometía el desagüe de la roza. En el tomo 45 de la Revista Minera (pág. 45) se felicitan de los buenos resultados del mismo hacia 1887: "El desagüe de las minas Santa Matilde y Huertas, bajo la dirección de Mr. Dietrichon, ingeniero de la Compañía de Aguilas, marcha a resultados definitivos con plausible regularidad. Del volumen de 292.000 m3 de agua que se supone existir en las labores antes de su comienzo, solo quedaban 30.000 m3, y se prolongan con acierto las obras para cortar las entradas que alimentan de agua a los lagos. Tan buenos efectos se están consiguiendo solo con 270 caballos de fuerza que mueven 11 bombas." Los beneficios del desagüe se extendieron al resto de minas del coto. Así, el 23 de julio se probó con éxito en la mina Santa Ana la máquina que llevaba varios años parada por la inundación producida por el río. Sin embargo, los resultados no deberían ser suficientes, ya que en 1891 se contrata el desagüe de la Roza con la casa H. Borner, que también era concesionaria del ferrocarril de Sierra Alhamilla a Almería. En mayo de ese año el vapor Benito descargaba en Palomares las potentes máquinas necesarias. El Marqués de Almanzora había efectuado gestiones para conseguir que los mineros aceptasen acuerdo con Borner para contribuir al desagüe con el 12% del producto, y venta a la casa de la producción a precio fijado. Sin embargo, se produce otra otra oferta de Antonio Collado y Valero a la sociedad Unión de Tres para el desagüe ofreciendo el 11% de tributo como fondo de reserva. La falta de rentabilidad y el desacuerdo con los mineros llevan a Borner a amenazar con el cese de actividades.
En noviembre de 1893 El Minero de Almagrera publica la propuesta para acometer los desagües de Almagrera y Herrerías realizada por la casa Brandt y Brandau. En Herrerías pretenden concesión por 25 años, llegando a profundidad de 200 metros (de ellos 100 m. en los primeros 2.5 años, desde el nivel del desagüe de Santa Ana). Firma dicha propuesta Luis Siret en representación de Brandt y Brandau. En marzo de 1894 se confirma que Brandt y Brandau han llegado a un acuerdo con todas las minas excepto Santa Matilde y Virgen de las Huertas. Sin embargo, no se comprometían a extraer más de 2.000 m3 al día, cuando solo esas dos minas generaban 10.000, resultando imperioso el acuerdo entre ambas compañías de desagüe. Bajo la dirección facultativa de Siret, se establece como punto para iniciar perforación las inmediaciones de la antigua fábrica Araucana, dentro de la concesión de Petronila. En mayo de 1895 se produce la suspensión de pagos de Borner, al no fructificar intentos de traspaso. Poco después el agua ya había subido 19 metros, rebasando el muro de contención e inundando gran parte de las explotaciones. Mientras, se anuncia en la Revista Minera la llegada del material para el de Brandt y Brandau y en febrero de de 1896 la próxima entrada en servcio. Para entonces resultaba ya imperiosa la necesidad de acuerdo entre ambas empresas (Banco de Brabante, sucesor de Borner, y Brandt y Brandau), por interconexión de agua entre rozas y minas. El Ferrocarril anuncia superación de dificultades tras reunión del 1 de mayo de 1896. Finalmente, sería el propio Luis Siret quien compraría a sus antiguos representados la titularidad del desagüe, en mayo de 1901, a cambio de 200.000 pesetas.
Un último e interesante intento de rentabilizar las minas de plata de Herrerías fue la utilización de forma pionera en Almería de la extracción de metales por cianuración. Si más tarde se emplearía con éxito en las minas de oro de Rodalquilar, en Herrerías comenzó aplicándose a los escombros pobres de plata. La idea partió de los ingenieros César y José Rubio, para la sociedad "La Argentífera", extrapolando el método que llevaban a cabo en las minas del Horcajo (Ciudad Real). Para ello utilizaron las viejas instalaciones de la fundición "Araucana", en Herrerías, instalando moliendas, centrifugadoras, 6 balsas de disolución y sus correspondientes filtros y, culminando el proceso, 5 cubas de regeneración. El sedimento de cloruro de plata se reunía en una última cuba-depósito, de donde por medio de una bomba y de un filtro-prensa era aspirado y convertido en "tortas" o "panes", con más del 60% de plata. Sin embargo, el criadero estaba ya prácticamente exhausto, y la experiencia no disfrutó de un éxito significativo. A partir de entonces el hierro reafirma su hegemonía en el distrito. Bajo el impulso de Siret se había fundado en Francia la Compañía Minera de Almagrera, que aglutina las minas de hierro que este explotaba , como propietario o como arrendador. La compañía se haría cargo también en 1901 del ferrocarril de tracción animal que Siret había construido entre Herrerías y Villaricos. El recorrido comenzaba en El Arteal, junto al último desagüe de Almagrera, describiendo una curva pronunciada hasta llegar a Herrerías por el sur. Junto a los hornos de calcinación estaba el cargadero. Muy cerca se emplazaba la fundición Araucana y la central eléctrica construida por Siret para suministrar energía a las máquinas de los pozos mineros que la sociedad explotaba en propiedad o a partido (como por ejemplo, la rica mina Iberia, de plata y hierro argentífero, con una máquina eléctrica de 50 caballos). A partir de aquí enfilaba hacia Villaricos pasando junto a la casa de Siret, y cruzando la rambla de la Mulería por un puente doble. Antes de llegar al mar, cruzaba la sierra por dos túneles gemelos. Hasta 1914 el embarque se hacía desde la playa, con barcazas. A partir de entonces se haría uso del monumental cargadero metálico, que permitió agilizar notablemente las maniobras, y aumentar la capacidad de embarque. Con la Primera Guerra Mundial la minería del hierro entra en una profunda crisis, de la que muchas explotaciones no se recuperarían. La minería en la provincia entraría en una fase de decadencia de la que sólo se salvarían las grandes explotaciones cercanas a las líneas de ferrocarril de vía ancha (Serón-Bacares y Alquife, en Granada). En los años 50, tal y como se vio en El Arteal, la empresa pública Minas de Almagrera S.A. pretendió reimpulsar el sector, manteniéndose el ferrocarril en activo hasta finales de esta década, en que fue finalmente desmantelado. Sin embargo, como periódico recordatorio de que la comarca continúa atesorando grandes riquezas minerales, en la década de los noventa del siglo XX comenzó a extraerse a gran escala barita, por parte de la sociedad vasca Minersa, junto a la antigua Roza. La barita (sulfato de bario) es un mineral de muy variados usos, aunque principalmente se emplea como lodo para sondeos petrolíferos. Si en 2002 la explotación se encontraba en plena actividad, en una reciente visita aparentaba haber sido ya abandonada.
Vista en Google Earth de Las Herrerías. A la derecha, Sierra Almagrera, al sur el río Almanzora.
Castillete de la Mina Diana, a la entrada de Las Herrerías
Descripción:
La visita a Herrerías nos deja sensaciones agridulces. Si, por un lado, resulta inequívoca la impresión de estar en un sitio "especial", por otro nos lamentamos de cómo se están desperdiciando sus enormes posibilidades de puesta en valor como recurso geoturístico, cultural o educativo. Y, lo que es más grave, en cada sucesiva visita percibimos la paulatina destrucción de instalaciones o degradación del paisaje, sometido a la fuerte presión de la agricultura intensiva o de la especulación urbanística. El punto de partida es la iglesia de Herrerías, en lo alto del pueblo. De estilo centroeuropeo, también se atribuye su diseño a la omnipresente figura de Siret, quien tras su muerte fue enterrado en Águilas. Desde este punto disfrutamos de una visión general de la "anomalía geológica" de Las Herrerías. A pesar de la gran alteración que ha sufrido el paisaje desde finales del siglo XIX, puede destacarse a simple vista que estamos rodeados por una llanura de color blanco amarillento, de la que se elevan unos cerros o "cabezos" de intenso color ocre, fruto de algún tipo de actividad eruptiva, salpicados por doquier de fantasmagóricas escombreras y escoriales.
Finalmente, en un plano superior, la gran explanada de los hornos. En la parte más cercana a la tolva y el edificio hay restos de hornos, posiblemente 4, con una chimenea central. En los laterales de la explanada, distinguimos otros dos grandes grupos de hornos circulares con cúpula (inequívoco modelo derivado de las calcaronas, como en Las Balsas), formando una “L”, algunos de ellos ya derrumbados, y otra chimenea.
La nueva roza de Minersa (explotación de barita)
Posible horno de calcinación junto al tramo del ferrocarril hasta El Arteal
Trinchera y doble túnel del ferrocarril, dentro del recinto de hipogeos fenicios.
En la parte baja del pueblo se conserva la nave de la fundición Atrevida, del Marqués del Almanzora, si bien rodeada de viviendas marginales. Hay que tener mucho cuidado con las fotografías, pues la colonia gitana residente en sus inmediaciones es muy susceptible, y pueden llegar a intimidarnos. Una vez rodeado el pueblo por el lado del río, tomamos un carril a la izquierda de tierra rojiza. Un cartel nos prohibe el paso avisando de estar en zona minera. Sin embargo, como ya se dijo antes, la explotación está abandonada. Paramos en el cruce y miramos a la llanura blanquecina de la derecha, rodeada por una valla metálica. Ahí yace, sepultada por los escombros extraidos por Minersa desde finales de los años noventa, la antigua, gigantesca y mítica Roza de Santa Matilde. Una pena. Mientras en Río Tinto se venera la Corta Atalaya y se le saca todo el partido turístico e interpretativo, aquí se destroza sin rubor el patrimonio geominero, con la anuencia de las distintas Administraciones. Si continuamos por el camino llegamos a la nueva roza de Minersa. Su aspecto es imponente, pero como se deduce observando Google Earth, resulta pequeña comparada con el perímetro aún apreciable de la antigua. En un primer momento, una vez extraídos los estériles, (nótense las paredes de color claro) y vertidos estos en la Roza de Santa Matilde, se explotó la barita a cielo abierto. Después, el plan de labores contemplaba su explotación por minería subterránea, por el sistema de cámaras y pilares en método de retirada, lo que permite el almacenamiento de estériles en el interior de la mina y con ello la no creación de escombreras, así como evitar posibles problemas de subsidencia o hundimientos.
Desde la gran llanura al borde de la nueva roza seguimos nuestro particular via crucis, dirigiéndonos hacia el este, siguiendo el curso del antigo ferrocarril de Luis Siret. Estamos en lo que fue su cargadero. A su alrededor, muchas casas nuevas, pero ni rastro de los hornos de calcinación, ni de los túneles ni casi de la central eléctrica. Sólo se mantienen en pie las naves de la fundición Araucana, utilizadas como viviendas y su chimenea. En el cruce de la vía con la pequeña carretera que rodea las Herrerías hay dos viejas y elegantes casas que algunos vecinos nos indican que pertenecían a médicos e ingenieros de la compañía minera. Más hacia el este, siguiendo la antigua vía, llegamos a la casa de Luis Siret, recientemente restaurada. No nos cabe duda de que si don Luis levantara la cabeza no se sentiría precisamente satisfecho por el tratamiento que se ha dado a su legado. Si terminamos de rodear Las Herrerías llegamos al cruce que nos lleva a El Arteal. Justo ahí ha sobrevivido uno de los hornos de calcinación. El camino enlaza con el trazado del ferrocarril de Siret, procedente del Desagüe. Volviendo en dirección a Villaricos visitamos un último resto de este ferrocarril, el doble túnel que cruza la Sierra Almagrera antes de llegar al mar. Conforme bajamos, de forma paralela al río, nos desviamos a la izquierda un kilómetro antes de llegar a su desembocadura, entrando en Villaricos por su parte alta. Los túneles se encuentran dentro del recinto que recientemente se ha delimitado como complejo arqueológico de Baria, o de los hipogeos fenicios.
Protección
Protegido como Inmueble nº 16 del Anexo de la Resolución de 7 de enero de 2004, de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se resuelve inscribir colectivamente con carácter genérico en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz cuarenta y cuatro Bienes Inmuebles pertenecientes al Patrimonio Industrial relacionados con la minería de los siglos XIX y XX en la provincia de Almería (BOJA nº 29 de 12/02/2004).